públicamente y a las normas internacionales de derechos humanos, haciéndolas
cumplir por igual y aplicándolas con independencia. Asimismo, exige que se adopten
medidas para garantizar el respeto de los principios de primacía de la ley, igualdad ante
la ley, separación de poderes, participación en la adopción de decisiones, legalidad, no
arbitrariedad, y transparencia procesal y legal.
Es decir, el Estado de Derecho es aquel que se somete a un régimen jurídico y
político para que el poder del gobierno sea limitado y organizado, y las personas dentro
de ese territorio vivan en armonía e igualdad, cumpliendo las normas y derechos que,
de manera democrática en el ejercicio de la soberanía, establecieron para lograr una
democracia equilibrada y estable.
Se deduce entonces que los conceptos democracia, Estado de Derecho y
Derechos Humanos, convergen y se complementan entre sí, con el fin de delimitar el
poder público, buscar su equilibrio y establecer condiciones adecuadas para el
desarrollo de las personas, grupos en condiciones de igualdad y respeto a sus derechos
y libertades fundamentales. Es decir, no se pude hablar de un Estado de Derecho si no
hay un marco que permita el respeto y garantía a los derechos humanos, y esto solo se
logra con el ejercicio de una democracia sana y estable.
Sin embargo, diferentes situaciones políticas y económicas que se han dado en
la región, han puesto en duda la estabilidad del Estado de Derecho de muchos países de
la región. Esto aunado al fenómeno de la corrupción, entendido como un esquema
criminal utilizado por instituciones públicas y personas funcionarias públicas para
obtener beneficios propios, ha impactado directamente en el acceso, goce y disfrute de
derechos humanos de muchas personas, como vivienda, educación, salud, seguridad,
desarrollo e infraestructura, entre otros.
Este impacto se hace evidente entonces en tres dimensiones, cuando la
corrupción debilita la institucionalidad debido a la cooptación del Estado y la
desconfianza generada en la ciudadanía hacia el sistema democrático; cuando se puede
establecer una responsabilidad internacional del Estado por incumplir a sus
obligaciones en derechos humanos a causa de casos de corrupción; y cuando no define
las medidas efectivas para evitar la impunidad en casos de corrupción donde se han
visto afectados derechos humanos.
Por esta razón, es una necesidad que la gestión pública cambie y evolucione
hacia nuevos paradigmas, de una democracia meramente representativa a una
gobernanza más participativa, que comparta su poder soberano con la ciudadanía,